ALBERTO MAGNO. San
       [946](1200-1280)

 
   
 

    

   Fue llamado el Grande por su sabidu­ría portentosa: científico incansable, enamorado de la naturaleza, observador y buscador perpetuo. También se le conoce con el título de Doctor universalis a causa de su profundo interés por la ciencia natural.

   1. Vida

   Nació en Lauingen (Baviera). Su familia era de la nobleza local y le ofreció una formación amplia en las Universida­des de Bolonia, Padua, París. Se entu­siasmó con la ciencia y la filosofía griega y árabe en el mundo medieval y la cultivó con fruición. Mientras estudiaba en Padua en 1223, Alberto fue atraído por la Orden reciente de los Hermanos Predicadores, que hacía diez años había iniciado Sto. Do­mingo de Guz­mán.
    Ordenado sacerdote en Alemania, donde impartió clases antes de ir a la Universi­dad de París, llegó a ser Maes­tro en Teología en 1245. Dedicado a la do­cen­cia universi­taria conoció como discípu­lo al joven Tomás de Aquino, cuyo genio descubre y defiende.
    Ocupó también la cátedra de Teología, convertido en profesor influyente y admira­do en todo el entorno universitario. Nombrado Provincial de la Orden do­minica, viajó por diversos países y am­bien­tes y, junto con su cometido reli­gio­so, hizo multi­tud de observaciones y las registró en libros como "La alqui­mia", "Los animales", "Los vegetales", "Los minerales", "Los meteoros", "La propiedad de los ele­mentos".
    Su fama le llevó a tener que aceptar la dignidad de Obispo de Ratisbona y también, de 1260 a 1262, Obispo de Regens­burg. Pronto renunció a estas digni­dades para dedicarse a sus viajes y estudios. En 1274 viajó de Colonia a París, aunque ya estaba viejo y enfermo, para defender la memo­ria de su discípulo Tomás de Aquino, que acaba de fallecer y era impugnado en la Uni­versidad.
   Murió en Colonia el 15 de No­viembre de 1280. Fue beatificado en 1622 por Gre­gorio XV y declarado santo por Pío XI en 1931. Fue enton­ces procla­mado Doctor de la Iglesia.
    En 1941 Pío XII le proclamó patro­no de todos los que estudian cien­cias natu­ra­les, debido a su portentosa capa­cidad científi­ca y a la orientación de su pensa­miento naturalis­ta, siempre concorde con la fe cristiana.

   2. Su influencia

   Escribió y publicó múltiples comentarios a Aristóteles y diversas obras sobre los animales, los vegetales y los minerales.
   La cascada de títulos es asom­brosa: "Metafísica", "El cielo y el mundo", "La unidad del intelecto contra Averroes", "Comentario al Antiguo y Nuevo Testamento", "Comen­tario a las Sentencias de Pedro Lombardo", "Co­mentario al libro 'De los nombres divinos". etc.
   La variedad de temas y la clari­dad de argumentos sólo podían provenir de una mente privilegiada como la suya. Debido a su ciencia, pronto se le cono­ció como "el grande". Su aportación principal fue asumir la doctrina filosó­fica de Aristó­teles, que tan bien se acomo­daba a sus inquietudes científicas y natura­les que cultivaba y defendía.
   Como teólogo, su Summa theologiae (1270) fue el primer intento serio de explicar los dogmas religiosos en términos no agustinianos, y que luego se conocerían como tomistas.  El centro de su Summa es la idea de que la razón humana no puede contradecir a la revelación, por lo que el filóso­fo cristiano tiene el derecho y el deber de investigar sobre los misterios divinos sin oponerlos a los terrenos.

    

 

 

 

  

 

  San Alberto Magno